jueves, 11 de noviembre de 2010

Más humo y más te cansás

Y cómo quisieras que esa charla dure lo que tardes en fumarte un cigarro... y que, después, el tiempo que estés fuera de casa sea equivalente a lo que tardes en tomarte diez birras y algo más, y que lo sientas así, efervesentemente efímero y gradualmente absorbente hasta dormir tus ojos en aquella almohada, la que no es tuya...

Que luego amanezcas entre un par de piernas, finas líneas de placer, y te convenzas de que estás haciendo las cosas mejor y bien, mejor y bien... y te prendas otro cigarro, el último de tu atado, mires el cenicero lleno, mires por la ventana como el Sol despoja a la Luna de su oscuridad, mires tu ropa en su suelo, y mires el cuerpo desnudo a tu izquierda, y mires las sábanas que lo cubren, y mires que todo pinta mejor y bien.
Rebalsa tu cenicero y tu boca es pura ceniza también. Y estallan tus ojos rojos, otra noche a puro frenesí.

Se moja tu cara en el lavabo del baño y se mojan tus pestañas en una lágrima somnolienta. ¿No pensás volver a casa a dormir? No hay tiempo, un tic tac te muerde los pies.

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