viernes, 29 de julio de 2011

Lo que sea que no te deje dormir













Hay zombies,
hay ovnis,
hay luciérnagas,
y busco luz.

En el piso,
en el cielo,
relampagueando,
busco luz.

Te hacen daño,
te van quemando,
hay zombies,
y hay ovnis.

Se levantan las llamas,
y se cae una estrella.
Busco luz, en la noche,
y se cae una estrella.

En el piso,
sobre el piso,
con el piso,
hay plumas.

Se abre un hueco,
en el piso,
se abre el cielo,
en un hueco.

Y se cae la estrella,
y se escapan las luciérnagas,
y se ilumina la ruta,
se iluminan las caras.

Busco luz,
en el piso,
en los zombies,
en los ovnis.


viernes, 22 de julio de 2011

Gatillo al cráneo

Se sentó y apoyó ambas manos sobre la mesa de vidrio. Desde ahí, veía sus pies descalzos y sus rodillas dobladas a noventa grados, sus muslos que descansaban en la silla.
Focalizó su mirada en sus manos y en el espacio entre ellas, completamente en contacto con el cristal. Escupió entre ellas. Por unos segundos, miró esa pequeña laguna de saliva, quizás analizando que hacer con ella, quizás midiendo si era suficiente, quizás pensando si realmente lo quería hacer.
Como sometido por un demonio, tal vez uno de los tantos que habitaban en él, sumergió su índice derecho en ese insignificante charco de saliva y, unos centímetros por delante de sus manos, trazó una curva. Volvió a humedecer su dedo, y trazó un par de líneas. Repitió esto las veces suficientes hasta que, sobre la mesa, sobre el cristal, en saliva, era completamente legible un interrogante.
¿vivir?
Permaneció sentado sobre sus glúteos, con sus muslos apoyados, con sus rodillas visibles a través del vidrio, con sus pies descalzos, hasta que la sustancia transparente que provenía de su boca se secó por completo, volviéndose imperceptible para los ojos rutinarios de quienes pusieran un pie en aquel cuarto, con aquella mesa, con aquél vidrio.
No levantó la vista, no tembló ni un segundo de más, sino que, como una sudestada, se levantó y se perdió por el pasillo detrás de la mesa, con el cristal, con su saliva. Se perdió en la oscuridad, mezcló su sombra con la sombra de la escasez de luz. Y se perdió.

sábado, 16 de julio de 2011

Voy a dejarte cuando llegue el verano

La pared verde combina perfectamente con la alfombra negra. La pared blanca hace juego majestuosamente con la alfombra verde, siempre y cuando tenga algunos toques en un tono manzana. Y las paredes rosas, wow, se ven tan bien con tu alfombra roja.
Hay más de lo que se ve, más que ver que no querés ver. Dejás ver menos de lo que hay, más de lo sentís.

Tu mundo de chocolate, no lo vendes tan bien como deberías y estás dejando que todo se erosione, que las paredes se agrieten y que tu fiesta se llene de agua. Tu columna vertebral es una seguidilla de signos de interrogación, alineados perfectamente en una pregunta que choca contra las paredes de tu cerebro constantemente, buscando salir, escapar, pero que nunca dejás tomar forma; sobre el rojo chocolate, tu espalda se contorsiona violentamente, tus ojos convulsionan hasta explotar y empieza a derretirse tu piel.
Todo lo que es tuyo pierde forma.

Un paso al costado de la ficción, sabés que a todos nos pasa lo mismo, mal que bien, y solemos remontar cualquier arranque caprichosamente cruel que el azar nos propone. Pero vos, parecido a un ovillito de lana sobre el suelo de la habitación de alguien más, creés firmemente que sos un ser especial, abzurdamente especial (igual que todos nosotros). No encontrás la respuesta a tu interrogante. No está en el techo, no está en la cama, no está en el cuerpo usado que dejaste sobre ella, ni en tus manos empapadas, ¿en qué?
Lo que el tiempo no pueda resolver, será lo que se coma tus huesos.

Se derrama tu cerebro sobre el piso y todo es humedad. Está latiendo tu sien, a la par de un grito que enmudece la canción que suena desde tu computadora. Living in an empty world, in an empty world... porque todo lo que tu mundo tenía de bueno, está triturado, molido, desparramado afuera, de la puerta hacia fuera. Y vos, adentro de tu ego, adentro de las cuatro paredes de tu mente, adentro de tu cuerpo vacío.
Donde todo es más sensible, todo duele el doble.

viernes, 15 de julio de 2011

I'm here

Creo que desde un primer momento sentí ganas de llorar por cuestiones personales que me volvían a la mente con las imagenes del monitor. Esa cosa de estar en sus zapatos y saber como se está sintiendo, porque ya lo sentí, lo padecí... y recién.
El desenlace ficticio fue otro (creo que él fue mucho más afortunado que yo). Quizás con una pierna rota, pero ella volvió. Quizás, a él no le quedó mucho más para dar en el final, pero se quedó con todo lo que vuelve cuando uno da por dar, da por amor. Dar por amor. Amor que uno siente, y sólo uno siente, a veces. Ese regocijo interno de saber que estamos latiendo con un sentido; ese placer de ver como el sacrificio no es más que un proceso que culmina con esa sonrisa y que, con la fortuna de nuestro lado, a veces se vuelve una mano agarrando la tuya, con una mirada dispuesta a quedarse hasta el fin de los tiempos. 

(en algunos casos, sentimos los dos)

domingo, 10 de julio de 2011

El hombre

No es algo lo que vemos sino alguien interesante y valioso, que provoca en nosotros admiración. Es un hallazgo misterioso y fascinante que, cuando con él sigue adelante todo, nos gusta recordarlo como uno de esos momentos estelares de la existencia.

(Enrique Rojas)

viernes, 8 de julio de 2011

Cuando todavía era bonita

Estaba lloviendo y hacía frío. No tenía más que una campera fina y ningún techo sobresalía de ningún edificio en los cien metros a la redonda de tu casa. El umbral, frente a la que debería ser tu puerta, dejaba un margen de quizás diez centímetros de refugio acuático. Vagamente, recuerdo que era de noche. Lo supongo, porque hacía frío y era verano. Verano, como siempre (como aquella vez, tu mente). Estuve parada, debajo de esos diez, el único espacio donde la caída del agua mermaba un poco, quizás media hora, quizás una hora, o dos. Hacer una recopilación descriptiva es algo complicado, pero estuve un tiempo, hasta que no aguanté más, mis piernas se cansaron, y me senté.

Mis rodillas estaban empapadas, mis pies eran dos hermosas lagunas en las que más de un pez se hubiese deleitado sambulléndose con gracia y entusiasmo, salvo que no había nadie alrededor, ni a cien metros a la redonda, ni a veinte cuadras a la redonda. Lo que suponía ser un almacén en la esquina, resulta que estaba más cerrado que tu puerta ese eterno día de lluvia eterna. Ni salías, ni llegabas, ni me iba. Lo único que estaba pasando en ese momento era la lluvia y yo.

Creo que repasé en mi cabeza más de un billón y medio de veces qué iba a decir, qué ibas a contestar y cómo íbamos a terminar (en una cama mirando la tele seguro que no). Creo que tanto lo repasé, o más bien, lo reinventé, que me costaba discernir entre lo que (no) estaba pasando y lo que realmente quería que pase. Y de creer, voy a pasar a algo que es asumir que somos todas iguales y que cuando se refiere a películas mentales "jamás imaginadas", deberíamos tener varios Oscar en nuestra repisa. Al menos, yo se que me merezco algunos.

Lo que pasó esa noche no fue más que eso, una película, como toda la historia de mi vida, bah. Es que simplemente es más emocionante lo que pasa en mi cabeza que lo que está pasando sobre el planeta Tierrra. Díganme que miento y enseguida me retiro del rubro...

En cuanto al final de esa noche (que no fue mirar la tele, en su cama, calentitos, ni tomar una cerveza juntos en el bar, ni hablar sobre las cosas más locas de su vida, mi vida y mi trastornado cerebro), fue fatal. El tipo jamás salió de la casa, el tipo jamás llegó a la casa, la tipa llamó por teléfono a su casa después de cuatro horas y media sentada en la puerta de enfrente para enterarse finalmente que el tipo se había ido todo el fin de semana a la costa con la minita con la que salía hace seis meses. La tipa, después de la llamada, se quedó sentada, pongamosle, media hora más, intentando a duras penas salir de aquella lluvia fría que le estaba callendo en las rodillas y en lo que hasta hace unos minutos debería ser su corazón (o algo así).

Por suerte, para la tipa, ella estuvo toda la noche sentada en su casa, adelante de una computadora, mirando como él le decía idioteces a través del monitor con algún que otro "jajaja" (lo que significa que no era simple compromiso) mientras que, en su facebook, su estado todavía indicaba "soltero". Por suerte, la lluvia de afuera (quizás lo único real de toda esta historia) no le dejó ninguna neumonía de regalo.

jueves, 7 de julio de 2011

Excuse me

El pero, siempre el pero. El, no se, la mentira de "es que..." y que después no pasa nada, seguimo' en la misma, vieja
Te das cuenta que no se lo estás diciendo al de enfrente, sino que se lo decís al reflejo de vos en la gente. Al primero que querés convencer, es a vos. Porque si no te creés, no te cree nadie, y si nadie te cree, todo se desmorona.

Se desmorona, como un castillo de naipes españoles que construís en la playa el día más ventoso del verano.
Cuando todo se desmorona, te caés. Desde allá abajo no se puede ver bien lo que te rodea.
Levantarse y no volverse a caer. Esa es tu cuestión.
(a la mierda con los peros, y a la mierda lo polite)

viernes, 1 de julio de 2011

Y sin embargo

aunque estés paralizado por las gotas de lluvia en tu frente, el viento cortándote los labios y haciendo llorar tus ojos
aunque tus músculos duelan al contraerse, tus dedos se estremezcan al doblarlos
que tomes lo que te haga falta y te muevas de acá
que sueltes lo que te sobre de ganas, te sobre de energía y lo transformes en movimiento, en un ritmo a seguir
que tengas constancia para ser inconstante,
no inmóvil