lunes, 15 de agosto de 2011

Dinner for two and a bullet for one of us

Creí que estabas pintarrajeando sobre el lienzo algo así como tu mejor expresión sobre todas esas cosas que decías que juntos podíamos hacer si algún día se nos daba por crecer y darle la espalda a las personas que nos hicieron mal todos esos años de rebelde adolescencia en los que nos pidieron y nos exigieron que nos quedemos guardaditos en nuestra casa para que el día de mañana seamos fuertes (tough enough!), exactamente el mismo día que saldríamos de nuestro cascarón para, como el Quijote, enfrentarnos a todos los molinos habidos y por haber en ese lugar que suelen llamar Mundo de los adultos, donde la gente es mala mala (pero muy mala), mientras que nosotros seguramente seremos como pequeñas hormiguitas bajo sus pies y claramente no les va a importar pisarnos o no, porque así es como funciona ese mítico lugar, o te pisan o pisas, para eso te guardan, para eso estás encerrado tanto tiempo haciéndote cada vez más fuerte, más firme en tus convicciones, más de todo eso que te dicen que tenés que ser, para esas personas te hacían mal, y por esas supuestas convicciones y toda esa energía acumulada en un sentimiento de urgente rebeldía es que imaginaste y planeaste y supusiste y prometiste que algún día ibas a romper tu chanchito de cerámica, ibas a usar todos tus ahorros y toda tu fuerza de voluntad y todo tu cansancio para irte, para salir, para finalmente chocarte con ese mundo por vos mismo, porque vos, con tus años de experiencia, decías que ya pertenecías a ese lugar.

Ahora miro aquel mamarracho que hiciste. Creía en vos y creía, sin duda alguna, que al menos en una nube que representara algún sueño, iba a aparecer mi nombre, o mi voz, o una sombra de los días que sí pasamos dentro del cascarón. Claro, tenían razón los que nos guardaban, acá afuera la gente puede ser mala mala, y algunos podemos ser bastante fuertes.

viernes, 5 de agosto de 2011

tengo tu sonrisa entre mis manos y es la fuente de mi eterna juventud
te está brillando el corazón...

decidir seguir

No dejé de tener miedo. Sigo sintiendo pánico si nos miramos a los ojos.
Con la boca seca, después de tanto correr, supongo que no me quedó otra. Dudando, de que quizás me tiemblan por el miedo mismo, o por el esfuerzo mismo, o por ser yo misma.
El alma se me dobla.
Después de tres cuadras, las luces se esfuman y se retuercen sobre sí. En una estructura circular, se sumerge más que la luna y una estrella desde el cielo está mintiendo nuestra espera. Quienes saben de luz, saben de ella, saben de mí, y conocen sus historias.
En ese laberinto, de recuerdos olvidables, de momentos revivibles, hay marañas de elementos contrastables con elementos reales del exterior de mi mundo oblicuo, y memorables canciones que hablan de clonazepán.
Se tapa la hediondez de tu malversación de sonrisas con esencia de limón y vainilla. Carcajadas en un callejón y sal a las babosas del jardín, y dando media vuelta sigo enredada en mi tartamudez.
Que tarde o temprano, lo cósmico de este asunto se va a destapar y estar parados, cara a cara, me va a doblar las rodillas y mis tobillos se van a quebrar.
El alma se desdobla, sobre un par de ruedas, y echo a andar sin respirar, para no caerme, para que él no me alcance y me mire a los ojos y me recuerde que la mejor salida es sólo un circo de colores que gira por un buen rato y se detiene en una lágrima.