domingo, 7 de noviembre de 2010

De zombies y galletitas

Cuando lo único que querés hacer es gritar hasta perder la voz, y no podés porque sentís que sería demasiado para vos y para los cristales a tu alrededor, terminás asfixiándote en una almohada, dejando escapar gemidos entre su suavidad hasta quedarte dormido.

Y al despertar estás vos, haciendo malabares con lo que sobra de esa noche y de tus demonios submarinos. Arrancás de frente, caminas revoleando muecas de gracia y esperás que alguna haga efecto boomerang y te parta el cerebro en dos. Aunque salís hecho una fiera, dispuesto a tragarte el mundo y sus miserias, la versión de aquel no es otra más que la que viviste ayer.

Varios zombies te cruzan mientras vas, a donde vas, donde parás, donde donde donde estás, y te quieren morder, hacer de vos uno más del montón... Y vos con la sangre hirviendo y la yugular haciendo una cuenta regresiva, cerrás los ojos con paciencia y seguís caminando sin voltear, sin trastabillar, sin parar un segundo de más para pensar.

Ah, pensabas? Yo creí que sólo sentías, que eras impulso, intuición y fragmentos de ocasos.

Entonces, como te decía, vas, andás como se puede, con las manos llenas de vidrio y un alarido medio dormido, medio exasperado, escondido en la garganta... Y llegás a algún lugar, aunque quizás no sea lo que buscabas. Frenás más de tres segundos y medio y le consultás al imaginario que hay en vos hacia dónde mirar.

Ah, estás pensando. La noche va a volver a caer en vos, mejor sería empezar a moverse, que no se te enfríen los músculos, principalmente los del corazón. No vaya a ser cosa que se duerma algo más que tu mente y quedés colgado de la rama de un árbol sin siquiera notarlo.

Sin embargo, hoy es el día que todo cambia, ya sea porque así lo quisiste o porque así te lo quisieron. Vas a dejarte morder y vas a auto satisfacerte con la idea de que tal vez lo peor sea ese mordisco primero, el que te haga casi desmayarte… pero después ya está, si sos uno más, como ellos, como todos, nada puede ser tan tremendo si sus caritas son como galletitas dulces día tras día.

Vas a arrancarme de vos y sólo puedo insistir con que vuelvas a la cama hasta que decidas sacar aquel grito. Creo haber aprendido que tu camino no es el mío, pero que otros caminos tampoco lo son… el camino está más allá, detrás de la almohada, lejos de ella.



















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