martes, 27 de abril de 2010

Despertar ya no sorprende

-Nada se. Absolutamente nada. Y me encanta que sea así.
-A mí también. Especialmente porque puedo sorprenderte.
-Sí, me encanta que me sorprendas.
-Tus facciones, tus gestos, tu mirada tiernamente iluminada… Eso es lo que me gusta de sorprenderte.
-Entonces, no dejes de hacerlo.
-Entonces no dejes de saber nada, nada de la nada misma, del aire mismo. Nada sepas.
-Entonces nada sabré… salvo una cosa.
-¿Qué?
-Siempre sabré que amarte cada día es la sorpresa más grande que me da el Sol cuando despierto, que me regala la Luna cuando me voy a dormir junto a vos.

Y con una sonrisa perfecta, me abrazaste fuerte, me susurraste al oído que me amabas y que lo harías siempre. Luego te miré a los ojos, sonreí sincera y dulcemente, cerré mis ojos y te di el beso más hermoso que jamás imaginé dar… y así nos quedamos dormidos, con aquel Sol como testigo silencioso y una Luna cómplice de un sentimiento indescriptible, único, eterno.



Más tarde despierto y me doy cuenta que todo aquello solo fue un sueño más, que todo el amor no es más que mi imaginación, otra historia que inventé para tenerte cerca y para creer que algunas cosas valen la pena, a pesar de que no existan.

1 comentario:

Near. dijo...

Desde lo literario, es copado que uses lo del sol y la luna, porque nunca se encuentran. Desde lo sentimental, ese punto que remarque arriba es bastante triste.

Cagada que hayas perdido las bolas para hacer todo realidad.

Sldos.