martes, 26 de marzo de 2013

Una alfombra rota no se va así nomás

Solía pensar que cuando las cosas se rompen, se desechan. Estaba convencida de que si rompía aquellas cosas que me disgustaban, que no me parecía que debieran estar en mi vida, éstas serían desechadas y reemplazadas por unas nuevas, unas mejores.
Objetos. Juguetes, decoración. 
Personas. Recuerdos. Amores.

Hace poco, limpiando, me di cuenta que las cosas pueden repararse una vez dañadas. Posiblemente no vuelvan a ser como antes, pero van a seguir estando. Cambiará todo, pero permanecerá todo.

La uníca forma de deshacerse de algo es decidirse a deshacerse de ello y desecharlo. Es decir, desecharlo uno mismo, removerlo de nuestras vidas.
Objetos. Recuerdos.
Personas.

Así fue como en mi habitación encontré fragmentos de mucho, pedacitos de un pasado que no me animé a tirar, que simplemente lo rompí y lo escondí en uno que otro lugar donde me duela silenciosamente. Creí estar solucionando mis asuntos, cuando en realidad, los guardé para después, para cuando venga una ola de valentía.
Esa ola llegó. Esa ola es hoy. Bolsas y bolsas se han ido, y no dudé en tirar pedacitos y tirar objetos enteros. Limpié mi habitación, el pasado y parte de mi alma. 
Ahora hay más espacio, ahora hay más tiempo.

Bienvenidos, objetos nuevos.
Bienvenidos, recuerdos nuevos.
Bienvenidas sean las personas que quieran entrar a mi mundo de colores.