Creo que desde un primer momento sentí ganas de llorar por cuestiones personales que me volvían a la mente con las imagenes del monitor. Esa cosa de estar en sus zapatos y saber como se está sintiendo, porque ya lo sentí, lo padecí... y recién.
El desenlace ficticio fue otro (creo que él fue mucho más afortunado que yo). Quizás con una pierna rota, pero ella volvió. Quizás, a él no le quedó mucho más para dar en el final, pero se quedó con todo lo que vuelve cuando uno da por dar, da por amor. Dar por amor. Amor que uno siente, y sólo uno siente, a veces. Ese regocijo interno de saber que estamos latiendo con un sentido; ese placer de ver como el sacrificio no es más que un proceso que culmina con esa sonrisa y que, con la fortuna de nuestro lado, a veces se vuelve una mano agarrando la tuya, con una mirada dispuesta a quedarse hasta el fin de los tiempos.
(en algunos casos, sentimos los dos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario