Otro amanecer reposa en tu piel

Y sigo siendo puramente yo. Y sigo siendo siempre igual, con la misma magia, la misma estupidez. Y sigo sintiéndome bien, flotando en el aire.

Y sigo caminando con la mirada fija en un horizonte vespertino, cuna de un sol que guía e invita a divagar entre las nubes tormentosas de otra noche que no querré olvidar.

Inventando historias, dibujando sueños. Te cuento uno, te cuento que fuiste feliz y alguna vez te abracé. Tus ojos se clavan en los míos y empiezan a cristalizarse, se hacen transparentes. Y recuerdo que alguna vez también me abrazaste y me pediste que me quede ahí, al lado tuyo (como en la foto).

Despertando, todavía no es ni madrugada. Tu cama está empapada y no necesitás ni abrir los ojos para que yo entienda que sigo siendo tu guardián, por más tonta que parezca. Y sigo entendiendo que nadie te conoce más que yo, nadie te sabe mejor que quien te mira mientras dormís, cuando se te escapan esos gemidos porque el alma se te duerme sin siquiera saber lo que es la gloria.

Y sigo alucinando, y sigo imaginando que no hay nubarrón que nos impida ser amanecer. Siempre serás amanecer. Gris, tormenta y pantalones gastados; siempre vas a amanecer. Y sigo siendo tu estrella, tu luz, la mano que te levanta, la mirada que te apaña, la voz que te cuestiona cuando tu camino se bifurca y optás mal. Y sigo siendo tu espalda y tu espada. Siempre siendo tu sol, el que se asoma, el que te despierta y te despabila, mi amor, para así evitar que tu calor se paralice en necedades.

Y sigo siendo tu suelo, tierra firme y destello eterno.

Y sigo siendo puramente yo, la misma, quien se levanta día tras día sólo para abrazarte, para alentarte. Se que hoy triunfarás. Hoy puedo amanecer, y vos, y el alba.