Básicamente, el sol se cayó. De alguna forma, me lo perdí (como tantas cosas pierdo).
Otra vez que me quedé dormida, que las sombras me alcanzaron. Supongo que, a pesar de la noche, encontré luz en algún lado, simbólicamente, dentro de mi mente, en el inconciente. Podría decirse que estaba soñando, y que eso se sentía bien. Pero, ¿de qué clase de sueño se trataba? Del que nunca alcanzo, del que creo que alcanzaré algún día, del imposible, lógicamente. O, se trataba, casi como una ilusión, de los reales, los que voy cumpliendo en cuotas.
Sonriendo, desperté y busqué sus sobras, lo poco que me quedaba del sol. En el límite del mundo, donde el día se roza con la noche en una forma íntima e imperceptible, el lugar donde es prácticamente imposible determinar donde acaba ese eterno affair ni donde vuelve a empezar, miré a través de los kilómetros y sí, encontré lo que había dejado para mí. El eterno degradé de sus matices, evidencia perceptible de la tarde extinguiéndose. Y mis ojos despertándose ahí, para verlo, para no soñarlo, sino vivirlo.
Entonces el sol se cayó, mientras se levantaba del otro lado, y mientras yo me levantaba para sentirlo a través de mi retina. Finalmente siento que a ese lugar estoy llegando, y pasar, y transformar el sueño en una realidad adyacente a vos, acá donde todo se mezcla y se vuelve una ola de color.
1 comentario:
Todo empieza por una sonrisa.. Más aún cuando es hermosa como la tuya..
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