Fielmente un eco mudo llenando mis carcajadas,
eco de sueño, de tu mirada, de perfumes.
Canciones para decir que no,
para ignorarte y engañar al cielo.
Metáforas que dejás pudrirse,
en un cajón, bajo la cama, dentro de vos.
Ojos ciegos que miran fijo el piso al caminar,
reconociendo tus pies y el vaivén de tus manos,
danzando en las comisuras, en tus arrugas.
Ojos, mas no bocas, más un reflector
de espaldas al mar y las olas y un chau.
Vemos hoy lo que no vimos ayer,
que quizás a veces no vemos nada.
Esperamos impacientes que algo venga de donde no hay nada.
Decimos lo que ayer dejamos sin decir
y no terminamos nunca de entender
que el porque de los porque no es sensato y miente bien.
Se hace agua tu sonrisa,
se derrite otra vez el sol.
Todo tiembla, y todo cesa.
Es espeso lo violáceo de las nubes
y ves tormenta a la distancia.
En tu omóplato guardas dos marcas,
que la lluvia no va a borrar hoy.
Parcialmente infinito.
Como parcialmente la luna sobre la arena.
La mitad de las mitades
y la mitad de un todo oxidado.
Como volver de donde no se vuelve nunca
pero volver cuando se encuentra la ruta.
No valen las dudas, ni el augurio gris.
Somos matices y somos deslices.
Somos la mezcla efervescente
de un arcoiris parcialmente infinito,
fragmentos de lluvia y sol,
fragmentos de los fragmentos mismos
del amanecer después de la última noche,
de tormentas y tormentas de las últimas.
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