domingo, 24 de abril de 2011

La mitad de un todo oxidado

Fielmente un eco mudo llenando mis carcajadas,
eco de sueño, de tu mirada, de perfumes.
Canciones para decir que no,
para ignorarte y engañar al cielo.
Metáforas que dejás pudrirse,
en un cajón, bajo la cama, dentro de vos.

Ojos ciegos que miran fijo el piso al caminar,
reconociendo tus pies y el vaivén de tus manos,
danzando en las comisuras, en tus arrugas.
Ojos, mas no bocas, más un reflector
de espaldas al mar y las olas y un chau.

Vemos hoy lo que no vimos ayer,
que quizás a veces no vemos nada.
Esperamos impacientes que algo venga de donde no hay nada.
Decimos lo que ayer dejamos sin decir
y no terminamos nunca de entender
que el porque de los porque no es sensato y miente bien.

Se hace agua tu sonrisa,
se derrite otra vez el sol.
Todo tiembla, y todo cesa.
Es espeso lo violáceo de las nubes
y ves tormenta a la distancia.
En tu omóplato guardas dos marcas,
que la lluvia no va a borrar hoy.

Parcialmente infinito.
Como parcialmente la luna sobre la arena.
La mitad de las mitades
y la mitad de un todo oxidado.
Como volver de donde no se vuelve nunca
pero volver cuando se encuentra la ruta.
No valen las dudas, ni el augurio gris.

Somos matices y somos deslices.
Somos la mezcla efervescente
de un arcoiris parcialmente infinito,
fragmentos de lluvia y sol,
fragmentos de los fragmentos mismos
del amanecer después de la última noche,
de tormentas y tormentas de las últimas.

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