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Porque existe un amanecer perfecto y un atardecer aletargado que se afirma en pleno cielo, en pleno vuelo, rayando el suelo y el mar.
Estamos como somos, los que somos como estamos, viendo esa reja no nos vemos los codos, ni los pies. Somos narices, somos lo que vemos en el reflejo de este lago, completamente manso pero esperando que emerja una nueva ola de él, como en nuestro centro.
Estamos esperando, como esperan tantos hoy, esperando una espera más, cansados de esperar y esperando no cansarnos tan temprano porque sabemos que la espera vale para conseguir cualquier cosa tan esperada que por algo quizás es esperable. ¿Y si tanto estamos equivocados al esperar?
Pero no, hay días que no, que no existe duda en este imperio que nos vaya a derrocar. Días sin noche, eternamente iluminados, eternamente Sol, eternamente cielo abierto y mediasombra guardada en un viejo armario gris. Y eternamente el corazón sobre la mesa para vos y para nuestro maquiavélico dios. Porque somos eso que dejamos ahí en ese pedazo de madera astillado y resquebrajado, y somos eso resquebrajado que entregamos para que alguien menos efímero lo eleve desde el agua hasta una de las tantas torres que alguien construyó a nuestro alrededor para bloquearnos, encerrarnos en caso de despertarnos...
Pero ahora somos noche, y del día no nos olvidamos, de esos días que somos día y no olvidamos de donde venimos y porque somos lo que somos, pero somos noche ahora, inevitablemente oscurecemos y tenemos que entregar este hueco en el pecho para que lo llenen de basura...
Nos vemos el próximo Sol.
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1 comentario:
Siempre que hay noche después hay día..
Tal vez siempre que se es noche después se es día también.
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