jueves, 15 de abril de 2010

Alas y banderas

Y en este momento vamos a callar todos los sentidos, mientras la sombra de un delirio de antaño nos somete un largo rato entre los brazos de una melodía que fingimos apagar... como todo lo demás. Y ahí nos vamos a ahogar. Y ahí vamos a sentirnos desdichados, con un hondo hueco en el pecho que aclama, grita desesperado, que lo llenen de una vez. Y ahí vamos a dejar latiendo una urgencia innecesaria, vana y cruel, que nos asfixia con sus pequeñas manos, frías, pálidas, como si fuesen el blanco puñal del punto final que no quisimos escribir.

¿Quién va a comprenderla? Si nosotros no podemos, no podes, no puedo. Si ellos no pueden, ni ella, ni él, ni los de palo, ni el tercero que se instaló en la parte de atrás de nuestra somnolienta historia gris, que aún hoy sigue martillando contra las puertas que cerramos (plural porque elegimos tener dos copias de esa llave, una duerme en tus bolsillos, la otra opté por tragarla unos cuantos días atrás).

¿Y qué hacemos con la sombra, los fantasmas, los duendes que duermen en nuestro jardín de insomnio? ¿Dejarlos escapar? ¿Enjaularlos, criarlos en cautiverio como le hicimos al dolor? Quisiera dejarlos ir, devolverles sus alas y que solos, por sus propios medios, encuentren el camino a casa, el que les arrebatamos, del que los alejamos cuando quisimos jugarle la revancha al destino antes de que traicionara a nuestro instinto.

Y así vamos, ahí vamos… como náufragos a la deriva; como ciegos en la niebla; como sonámbulos en otra noche nauseabunda que nos abandonó en la negrura de estas tierras anchas.

Ahí vamos llegando. Toco tierra, toco un mar. Veo un cielo, nuevo, pleno. Cielo. Veo luz en él, magia. ¿Vos qué ves? ¿Qué oís? ¿Qué olés? ¿Sentís que te miran?

Yo puedo escucharlos, sentirlos. Huele a lluvia, exquisito nitrógeno empapando mi nariz. Puedo verlos, verme, ver manos, huellas, salidas, autopistas de papel sobre un pantano embriagador por su belleza. ¿Me ves, o cerraste tanto tus ojos que te obnubiló tu propia ignorancia y ahora ya no podes ni dejarte sumergir entre los ecos de la tenue luz que tan rápidamente se encendió a mi alrededor?

Y en este momento voy a despertar a mis sueños, voy a darles una balsa y los arrojaré al mar para que encuentren sus propias costas donde sembrar su gracia. Y será ese el momento donde mire mi propia isla, mi bandera, y realmente me sienta en casa, sin payasos que me aturdan cuando quiera dormir entre sahumerios de jazmín, sin multitudes que me empujen cuando yo quiera sentarme en la vereda a ver como cae la noche a través del humo, sin violencia en la mirada de los ciegos que reman contra la corriente porque ésta no los deja escapar.

Infinito será el momento en que queme nuestras fotos y endulce mi guitarra con nuestra canción, a la par de una lágrima que quizás elija lavar mi mejilla derecha. Infinito será ese momento a menos que decida cambiar la página para comenzar un nuevo relato sobre mí, mis alas, mis ojos y la eternidad de la enfermedad que llevo en la piel después de vivirte así, un aprendizaje embelesador que solo mi espalda sabrá apreciar pasados diez o cien años.

Y hoy decido enfrentarme a las literarias matemáticas. No hay momentos infinitos para mí, no más. A otra cosa, digo yo, y nos vemos a fin de año, cuando el resumen de cuentas me sermonee si es que esta vez ganan las deudas de los días que dejé escapar por no abrir los ojos un rato antes.






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