Tendría que dejar libre la sangre
y tendría que sacrificar el oasis.
De tus manos emergían tentáculos,
mis ojos no hicieron más que quedarse,
callarse, bostezar y aguantar.
Un desgarro en el amanecer,
la misera arrodillada a tu merced
y quien pudiera abandonarte
sería rey de todo el tiempo,
rey de estos pedazos de silencio.
Castillos de naipes, bufandas flotando
y así todo se va cuesta abajo
mientras arriba subís descalzo.
Arena tibia entre los dedos de tus pies,
tiritando mis lágrimas, quebrando mis labios.
El desgaste, la compañía, a dream,
un reflejo atravesado por fantasmas
y otra vez yo mordiendo el viento.
En común, el absolutismo de esta noche
que cae suavemente indiferente (imperceptiblemente lastimando).
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